miércoles, 19 de diciembre de 2012

DESOBEDIENCIA


Tomado de SYLLABUS





No todos los tradicionalistas católicos se han detenido a pensar en una famosa expresión de Monseñor Lefebvre, que a fuerza de conocerla se ha convertido para muchos en un clisé. Es aquella que afirma: “El golpe magistral de Satanás es haber logrado obligarnos, por obediencia, a desobedecer a toda la tradición”.

Muchos se sienten tranquilos porque el que ha tenido que afrontar la tempestad tras su “desobediencia” ha sido Mons. Lefebvre en lugar suyo, y olvidan que cada uno en su vida tiene que imitar la confesión de la fe que implica aceptar la cruz de ser perseguidos como lo fue Monseñor por los modernistas que hoy ocupan la Iglesia en Roma.

Pero ¿cuál es el punto clave para entender cuál desobediencia es verdadera y cuál falsa (o, si se prefiere, aceptable e inaceptable) en la presente crisis de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X?

Punto número uno: así como Monseñor Lefebvre, para no desobedecer a Dios y la Tradición de la Iglesia (Cfr. Hechos IV, 19), “desobedeció” a la Roma modernista –ésta, desobediente a Dios-; del mismo modo Monseñor Williamson, para no desobedecer a Monseñor Lefebvre, “desobedeció” a Monseñor Fellay –éste, desobediente a Monseñor Lefebvre.

¿En qué desobedecieron ambos, tanto Mons. Lefebvre como Mons. Williamson? En esto: en no dejar de proclamar la verdad y denunciar el error.

Y por eso ambos fueron expulsados, “excomulgados”: uno de la Iglesia “oficial”, otro de la Fraternidad “oficial”, ambos acusados de “desobedientes, “cismáticos” o “sedevacantistas”.

Punto número dos: ¿en qué consiste esta desobediencia de Monseñor Fellay con respecto a Monseñor Lefebvre?

En que para Monseñor Lefebvre, era la Roma modernista la que debía volver a la Tradición, abjurando de sus errores y herejías.

En cambio, para Mons. Fellay, es la Tradición Católica la que debe “volver” a la “Iglesia oficial”, sin que ésta haya renunciado a sus errores modernistas.

En que para Monseñor Lefebvre, la que estaba en situación irregular era la Iglesia Conciliar u oficial; en cambio para Mons. Fellay quien se encuentra en una situación anómala es la Fraternidad San Pío X.

Son puntos de vista diametralmente opuestos.

Y estos puntos de vista son inconciliables.

Monseñor Lefebvre, por un lado, diciendo:

 “Suponiendo que de aquí a un tiempo Roma nos llame, nos quiera ver y volver a conversar, en ese caso seré yo quien ponga las condiciones [...] Y plantearé las cuestiones desde el plano doctrinal: "¿Están de acuerdo ustedes con las grandes encíclicas de los grandes papas precedentes? ¿Están de acuerdo con la Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei y Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están ustedes en plena comunión con esos papas y sus afirmaciones? ¿Aceptan también el juramento antimodernista? ¿Están por el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Porque si no aceptan las doctrinas de sus predecesores es inútil hablar. Mientras no acepten reformar el Concilio considerando la doctrina de los papas anteriores, no hay diálogo posible. Es inútil”.
(Fideliter Nº 66, septiembre 1988).


Monseñor Fellay, por el otro, diciendo:

“Pretender esperar a que todo se arregle para llegar a lo que ustedes llaman un acuerdo práctico, no es realista”
(Respuesta a la Carta de Mons. Williamson, Mons. De Galarreta y Mons. Tissier de Mallerais).


Mons. Lefebvre:

“El día en que el Vaticano sea liberado de esta ocupación modernista y reencuentre el camino seguido por la Iglesia hasta el Vaticano II, nuestros Obispos estarán enteramente en las manos del Soberano Pontífice, comprendiendo en ello la eventualidad de no ejercer más las funciones episcopales”.
(Declaración pública ante la Consagración episcopal, julio de 1988).


Mons. Fellay:

“Serán las circunstancias concretas las que nos muestren cuándo será el tiempo de “dar el paso” hacia la Iglesia oficial”.
(18 de marzo de 2012).


Mons. Lefebvre:

“Yo le dije (al Cardenal Ratzinger) incluso si usted nos concede un obispo, incluso si usted nos da cierta autonomía respecto de los obispos, incluso si usted nos concede toda la liturgia de 1962, si usted nos concede seguir con los seminarios y la Fraternidad como lo hacemos ahora, no podemos colaborar, es imposible; porque trabajamos en direcciones diametralmente opuestas: ustedes, ustedes trabajan para la descristianización de la sociedad, de la persona humana, de la Iglesia; y nosotros estamos trabajando para la cristianización. ¡No podemos llevarnos bien estando juntos!”
(Biografía de Mons. Lefebvre por Mons. Tissier de Mallerais, p. 548)


Mons. Fellay:

“Las circunstancias nos mostrarán cuándo y de qué modo podremos concebir alguna colaboración”.
(29 de junio de 2012).


Mons. Lefebvre:

“Este Concilio representa, tanto a los ojos de las autoridades como a los nuestros, una nueva Iglesia que por cierto llaman “Iglesia Conciliar”.
Creemos poder afirmar, ateniéndonos a la crítica interna y externa del Vaticano II, es decir, analizando los textos y estudiando sus antecedentes y consecuencias, que este Concilio, por volver la espalda a la tradición y romper con la Iglesia del pasado, es un concilio cismático. Por los frutos se juzga el árbol”.
(Cit. en Revista Tradición Católica Nº 195, septiembre-octubre 2004)


Mons. Fellay:

“En la Fraternidad estamos haciendo de errores del Concilio súper-herejías, se vuelve el mal absoluto, peor que todo, de la misma manera en que los liberales han dogmatizado este concilio pastoral. Los males ya son suficientemente dramáticos para que no se les exagere más”.
(Respuesta a la Carta de los tres obispos, 14 de abril de 2012).


Mons. Lefebvre:

“No dudo en afirmar que el Concilio llevó a cabo la conversión de la Iglesia al mundo. Os dejo adivinar quién ha sido el animador de esta espiritualidad: basta que recordéis a quién llama Nuestro Señor Jesucristo el Príncipe de este mundo”. (1)
(“Le destronaron”)


Mons. Fellay:

“Nosotros guardamos el 95% del Concilio”
(Al periódico Suizo “La Liberté”, 11 de Mayo de 2001).


Mons. Lefebvre:

“Pienso que (el Concilio Vaticano II) es el desastre más grande de este siglo y de todos los siglos pasados desde la fundación de la Iglesia”.
(“Le destronaron”)



Mons. Fellay:

(Pregunta: “Monseñor Williamson dice que el Concilio es “un plato envenenado que hay que tirar a la basura”. ¿No le parece que esta frase es un poco fuerte? ¿Está Ud. de acuerdo?
“Es una frase polémica, pero yo no la condeno. Hoy en día, se suelen hacer declaraciones de tono polémico. Es una provocación, para intentar hacer pensar a la gente. Yo traduciría este concepto de modo distinto. Diría que tenemos que superar el Concilio para volver a aquello que la Iglesia siempre ha enseñado, a aquello de lo cual no puede separarse. De hecho, en cierto momento tendremos que superar el Concilio, que ha querido ser pastoral y no doctrinal; que quiso considerar la situación contingente de la Iglesia. Las cosas cambian… y muchos puntos del Concilio ya están superados…” (2)

(Entrevista concedida en Menzingen el 31 de julio de 2012, Agencia italiana Apcom)

Mons. Lefebvre:

“Roma ha perdido la fe, queridos amigos. Roma está en la apostasía. Estas no son palabras, no son letras en el aire lo que les digo. No podemos tener confianza en esa gente. Han dejado a la Iglesia, ellos han dejado a la Iglesia, ellos dejan la Iglesia. Es seguro, seguro, seguro”.
(4 de octubre de 1987)


Mons. Fellay:

“…aquella capacidad de santidad, de santificación, reside todavía en esa Iglesia que vemos por el piso. Si tenemos la fe, es en esta Iglesia, si recibimos la gracia del bautismo hasta el último de los Sacramentos, es en esta Iglesia y por Ella. Esta Iglesia no es una idea, es real, está ante nosotros, se llama la Iglesia Católica romana, la Iglesia con su Papa, con sus obispos, que también pueden tener un estado de debilidad-iba a decir que son débiles”.
(11 de noviembre de 2012)


Mons. Lefebvre:

“La anomalía en la Iglesia no ha venido de nosotros, sino de los que se han esforzado en imponer una nueva orientación a la Iglesia, orientación contraria a la Tradición e incluso condenada por el Magisterio de la Iglesia. Si parecemos estar en una situación anormal, es porque los que tienen hoy la autoridad en la Iglesia queman lo que adoraban antaño y adoran lo que antaño se quemaba. Son aquellos que se han apartado del camino normal y tradicional los que tendrán que volver a lo que la Iglesia ha enseñado siempre y siempre realizado”. (3)
(Cit. en Revista Tradición católica Nº 207)


Mons. Fellay:

“Mantenemos nuestra proposición de aceptar nuestra imperfecta situación actual como provisional, siempre con el deseo de iniciar las anunciadas discusiones doctrinales, y esperando que tales conversaciones darán buenos frutos”.
(Carta a los amigos y benefactores Nº 74, pascua de Resurrección de 2009)


Mons. Lefebvre:

“La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica. Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial. Un obispo cree en esto, el otro no; la fe es distinta, sus catecismos abominables contienen herejías. ¿Dónde está la unidad de la fe en Roma? ¿Dónde está la unidad de la fe en el mundo? Está en nosotros, quienes la conservamos. La unidad de la fe realizada en el mundo entero es la catolicidad. Ahora bien, esta unidad de la fe en todo el mundo no existe ya, no hay pues más de catolicidad prácticamente. […] ¿La apostolicidad? Rompieron con el pasado. Si hicieron algo, es bien eso. No quieren saber más del pasado antes del Concilio Vaticano II. […] La apostolicidad: nosotros estamos unidos a los Apóstoles por la autoridad. Mi sacerdocio me viene de los Apóstoles; vuestro sacerdocio les viene de los Apóstoles. Somos los hijos de los que nos dieron el episcopado. Mi episcopado desciende del santo Papa Pío V y por él nos remontamos a los Apóstoles. En cuanto a la apostolicidad de la fe, creemos la misma fe que los Apóstoles. No cambiamos nada y no queremos cambiar nada. Y luego, la santidad. No vamos a hacernos cumplidos o alabanzas. Si no queremos considerarnos a nosotros mismos, consideremos a los otros y consideremos los frutos de nuestro apostolado, los frutos de las vocaciones, de nuestras religiosas, de los religiosos y también en las familias cristianas. De buenas y santas familias cristianas germinan gracias a vuestro apostolado. […]Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visibleSi hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros. No hay ya en ellos la unidad de la fe; ahora bien es la fe que es la base de toda visibilidad de la Iglesia. La catolicidad, es la fe una en el espacio.
La apostolicidad, es la fe una en el tiempo. La santidad, es el fruto de la fe, que se concreta en las almas por la gracia del Buen Dios, por la gracia de los Sacramentos”.
(Fideliter N°66, noviembre-diciembre de 1988, conferencia dada en Ecône el 9 de septiembre de 1988)


Mons. Fellay:

No podemos acostumbrarnos a considerar que el estado en el que nos encontramos es normal, aún cuando éste nos permita hacer lo que deseamos. Esto no es cierto; simplemente, no es verdad. Lo normal es que busquemos, una vez obtenidas las condiciones necesarias, recuperar el título que es nuestro, el título al cual tenemos derecho, el título de Católicos”.
(Sermón del 29 de junio de 2012)


Mons. Lefebvre:

“El más grande servicio que podemos hacer a la Iglesia y al sucesor de Pedro es rechazar la Iglesia reformada y liberal”.
(“Carta abierta a los católicos perplejos”, Cap. XVIII).



Mons. Fellay:

“No pedimos ni queremos ningún reglamento particular ya que éste sería la señal de un singularismo, sino que queremos un lugar “normal” en la Iglesia(…) Se trata más bien de representar a la Tradición en Roma y no del nombramiento de un delegado de la Santa Sede para los asuntos de la Tradición, como por ejemplo ocurre actualmente con Ecclesia Dei. Para que este organismo tenga cierta credibilidad y cumpla con su fin es importante que esté compuesto por miembros integrantes de la Tradición católica”
(Carta al Card. Castrillón Hoyos, junio de 2004)



Mons. Lefebvre:

“Era cosa clara y que reflejaba muy bien su actitud. No se trata para ellos de abandonar la nueva misa. Al contrario. Por ello, lo que puede parecer una concesión no es en realidad sino una maniobra para alejar de nosotros el mayor número de fieles, Con esta perspectiva es con la que parecen conceder, cada vez un poco más e ir más lejos. Pero hay que convencer a los fieles de que se trata de una maniobra, que es un peligro ponerse en manos de los obispos conciliares y de la Roma modernista. Es el mayor peligro que les amenaza. Si hemos luchado durante 20 años para evitar los errores conciliares, no es para ponernos ahora en manos de quienes los profesan”.
(Fideliter Nº 70, Julio-agosto 1989).


Mons. Fellay:

“Endosamos a las autoridades presentes todos los errores y todos los males que se encuentran en la Iglesia, olvidando que ellas intentan al menos en parte de liberarse de los más graves (…) En sí, la solución de una Prelatura personal propuesta no es una trampa. Resulta, por principio, que la situación presente en abril del 2012 es muy diferente de la de 1988. Pretender que nada ha cambiado es un error histórico. Los mismos males hacen sufrir a la Iglesia, las consecuencias son todavía más graves y manifiestas que entonces, pero al mismo tiempo se puede constatar un cambio de actitud en la Iglesia, ayudado por los actos y los gestos de Benedicto XVI hacia la Tradición”. (4)
(Respuesta a la Carta de los tres obispos)


Mons. Lefebvre:

“Además los sacerdotes que quieren permanecer católicos, tienen el estricto deber de separarse de la Iglesia Conciliarhasta que ella redescubra la Tradición de la Iglesia y la Fe católica”.
(Itinerario espiritual)


Monseñor Fellay:

(Pregunta: ¿Qué estatuto jurídico desearía Ud. para la Fraternidad San Pío X? ¿Una prelatura, un instituto de vida apostólica, alguna otra forma?)
“Eso, evidentemente, dependerá de Roma, en cuanto autoridad que decide sobre esta estructura. Su intención proyecta la voluntad de respetar lo más que se pueda la realidad concreta que nosotros encarnamos. Mi expectativa se centra en que seamos suficientemente protegidos en el ejercicio del apostolado, a fin de poder hacer el bien, sin ser constantemente obstaculizados en la acción, recurriendo a razones jurídicas. El deseo es el de una prelatura, aún cuando yo no tengo mayor preferencia. Yo no puedo pronunciarme al respecto, ya que todo depende de Roma”.
(Entrevista concedida en Menzingen el 31 de julio de 2012, Agencia italiana Apcom)


Mons. Lefebvre:

“No tenemos la misma manera de concebir la reconciliación. El Cardenal Ratzinger la ve en el sentido de reducirnos, de conducirnos al Vaticano II. Nosotros la vemos como una vuelta de Roma a la Tradición. Y así no hay quien se entienda. Es un diálogo de sordos”.
(Fideliter Nº 66, septiembre 1988).


Mons. Fellay:

“Pienso que, ciertamente, hay una buena perspectiva. Creo que debemos rezar mucho ya que son cuestiones muy delicadas. Hace cuarenta años que nos hallamos en esta situación, no por cuestiones personales, sino verdaderamente por cosas serias, que hacen a la fe y al futuro de la Iglesia. Vemos que el Papa tiene ciertamente una voluntad auténtica de ir al fondo del problema. Y eso lo saludamos con satisfacción. Rezamos y esperamos que con la gracia de Dios llegaremos a un buen fin, tanto para la Iglesia como para nosotros”.
(Entrevista concedida en Menzingen el 31 de julio de 2012, Agencia italiana Apcom)


Mons. Lefebvre:

“En una ocasión le dije al Cardenal Ratzinger: ‘Eminencia, hay que elegir: o la libertad religiosa del Concilio, o el Syllabus de Pío IX. Son contradictorios y hay que elegir’ Entonces me respondió: ‘Pero monseñor, ya no estamos en la época del Syllabus’ ‘Ah!, le dije, luego la verdad cambia con el tiempo. Entonces lo que usted me dice hoy mañana ya no será verdad. Así no hay manera de entenderse, es una evolución continua. Es imposible hablar’. Esa es la mentalidad que tiene. Y me repitió: ‘No hay más que una Iglesia, que es la del Vaticano II. El Vaticano II representa la Tradición’. Pero desgraciadamente la Iglesia del Vaticano II se opone a la Tradición. La cosa es muy distinta”.
(Conf. de prensa en Econe, 15 de junio de 1988).


Mons. Fellay:

“Después de las discusiones, nos hemos dado cuenta que los errores que creíamos provenientes del Concilio de hecho son resultado de la interpretación común que se ha hecho de él”. “El Papa dice que (…) el Concilio debe ser colocado en la gran tradición de la Iglesia, que debe ser comprendido en acuerdo con ella. Estas son declaraciones con las cuales estamos completamente de acuerdo, entera, absolutamente”.
(Entrevista a “Catholic News Services”, 11 de mayo de 2012).



Mons. Lefebvre:

“La Iglesia conciliar que está ya extendida universalmente, difunde errores contrarios a la fe católica y, con motivo de sus errores, ha corrompido las fuentes de la gracias que son el santo Sacrificio de la Misa y los sacramentos. Esta falsa Iglesia están en ruptura cada vez más profunda con la Iglesia Católica”.
(4 de diciembre de 1990, Carta a Monseñor de Castro Mayer)


Monseñor Fellay:

“Además, aún si se puede tener la impresión de que se hagan declaraciones opuestas e incluso contradictorias, no existen fracturas internas en nosotros. Así, por ejemplo, respecto al Concilio, podemos decir que hay que rechazar prácticamente todo. Sin embargo, de otra parte, podemos decir igualmente que hay que intentar salvar lo que podría serlo. Con todo, no todos podremos decir siempre la misma cosa. El Concilio es una mezcla: hay bueno y malo. Incluso el Papa, cuando afirma que hay que hacer una hermenéutica de la continuidad y no de ruptura, rechaza el Concilio interpretado como una ruptura”.
(Entrevista concedida en Menzingen el 31 de julio de 2012, Agencia italiana Apcom)


Mons. Lefebvre:
“Meterse dentro de la Iglesia, ¿qué quiere decir eso? Fácil es decirlo, pero ¿de qué Iglesia estamos hablando? Si hablamos de la Iglesia “conciliar”, eso significaría que después de 20 años de lucha por la Iglesia “católica” ahora deberíamos entrar en esta Iglesia conciliar para hacerla supuestamente católica. Esto es totalmente ingenuo. No son los inferiores quienes hacen a los superiores, sino los superiores a sus sujetos”.
(Fideliter Nº 70, Julio-agosto 1989).


Mons. Fellay:

“En la cuestión más crucial de todas, la de la posibilidad de sobrevivir en las condiciones de un reconocimiento de la Fraternidad por Roma, nosotros no llegamos a la misma conclusión que ustedes. (…) Por el bien común de la Fraternidad, preferiríamos lejos la solución actual de status quo intermedio, pero evidentemente Roma ya no lo tolera. En sí, la solución de una Prelatura personal propuesta no es una trampa. “
(Respuesta a la Carta de los tres obispos)


Mons. Lefebvre:

“No creo que sea una verdadera vuelta (a la Tradición). Aquí ocurre como en las guerras: cuando da la impresión de que la tropa va demasiado lejos, se le manda retirarse un poco. Así, cuando se frena un poquito la aplicación del Concilio Vaticano II, es porque sus ejecutores van demasiado lejos. Algunos teólogos se equivocan al alarmarse. Estos obispos (conservadores) son partidarios del Concilio y de las reformas postconciliares, del ecumenismo y del carismatismo.
En apariencia hacen las cosas con más moderación, con cierto sentimiento tradicional, pero no es profundo. Los grandes principios fundamentales del Concilio, los errores del Concilio, los aceptan y los ponen en práctica. Para ellos no es un problema, al contrario. Ellos son los más duros con nosotros, y quienes más exigirían que nos sometiéramos a los principios del Concilio”.
(Fideliter N 70, Julio-agosto 1989).

Dejamos aquí los testimonios que podrían seguir multiplicándose, afirmando que la citación no es antojadiza, ni contradice el contexto en el que fueron realizadas tales declaraciones, sino que obedecen a un pensamiento y una acción determinados.
Por un lado, la comprensión de la naturaleza del problema y la necesidad del combate, en el terreno de la doctrina, que tan bien entendió Mons. Lefebvre, a pesar de sus deseos de confiar y esperar de Roma una verdadera conversión.
Por el otro, bajo pretextos de equilibrio y moderación, el deseo liberal de ser tolerado por aquellos que, merced a determinados gestos superficiales y más bien aviesos o contradictorios, se presentan como una especie de “restauración” cuando a todas luces puede verse que es más de lo mismo que ya conocíamos y Mons. Lefebvre no se cansó de denunciar.
En resumen y en palabras de Monseñor Williamson: “Es porque la gente no comprende la importancia de la doctrina que no ven el por qué la Fraternidad tiene que permanecer en la línea de Monseñor Lefebvre”.
Y esa doctrina sólo se puede sostener en la medida en que no se realizan concesiones en el terreno de la verdad, pues, como dijo San Ireneo de Lyon:“Jamás se vence el error con el sacrificio de un derecho cualquiera de la Verdad”.



NOTAS SYLLABUS:


(1) Mons. Lefebvre habla de una “conversión” de la Iglesia al mundo, es decir, un cambio de mentalidad, de espíritu. Es por lo tanto necesario que esta Iglesia Conciliar reniegue de esta religión modernista a la que se ha convertido, y se convierta a la Tradición Católica. Por lo tanto Mons. Fellay se opone al pensamiento de Mons. Lefebvre cuando afirma que Roma no debe convertirse para aceptar un acuerdo práctico (como les dice en su carta a los tres obispos).  Porque si Roma no se convierte sigue siendo modernista, y por lo tanto contraria a la Tradición, y ésta no puede ponerse bajo su autoridad porque en tal caso será destruida. “¡Convertíos a Aquel de quien os habéis alejado tanto!” dice el Profeta Isaías (31, 6).


(2) Mons. Fellay muestra por un lado que ha cambiado de lenguaje, ya que en el año 2004 todavía era capaz de decir lo mismo que Mons. Williamson (aunque no coincidieran en muchas cosas): “Para tomar una comparación de la vida doméstica, pongamos que reñimos con Roma, diciéndonos unos a otros: “Esto es sopa”, “No, no es sopa”. “Sí”. “No”. Para terminar, Roma nos dice: “No tomarán esta sopa, pero a pesar de todo hay que decir que es sopa”. Y contestamos: “Ya sabemos que es sopa, pero está envenenada”. Entonces ya no se puede llamar sopa, hay que llamarla veneno. Y si se la llama sopa se engaña a la gente porque cree que se puede tomar. El problema no consiste en saber si es sopa o no, sino en saber si es veneno o no. Si va a beneficiarnos o matarnos. Éste es el problema. Y ante ese problema no sirve para nada reñir para saber si es sopa o no lo es. Hace daño, por consiguiente no queremos tomarla” (Mons. Bernard Fellay, Conferencia en Bruselas, 13 de junio de 2005). Hoy Mons. Fellay ha cambiado su lenguaje, ya no dice que es veneno, dice que hay cosas buenas en esa “sopa” y por lo tanto hay que arriesgarse a tomarla. Además, utiliza un argumento de los modernistas –el paso del tiempo, la evolución- para decir que el Concilio ya no sirve, con lo que viene a indicar que entonces sí valía, y sólo el tiempo “lo superó”.  


(3) Dice acá Mons. Lefebvre que es Roma, esta Roma conciliar de hoy, quien debe volver a la Iglesia Católica, a la Tradición, y no que la Fraternidad debe volver a la Iglesia Católica (de donde nunca se apartó), ser reconocida o recibir el título de católica por parte de aquellos que pertenecen a la Iglesia Conciliar. Sin embargo Mons. Lefebvre no cae en el sedevacantismo, considera al Papa legítimo Papa, pero infectado por una Fe no católica. Hoy quien dice lo mismo que Mons. Lefebvre es tildado de salvaje, inmoderado, extremista o incluso sedevacantista. 



(4) ¿Han cambiado las cosas verdaderamente? Doctrinalmente, ¿es así? ¿O es sólo una mirada subjetiva e ilusa –por decirlo suavemente- de Mons. Fellay? ¿Qué piensa el Papa hoy, en 2012? Veamos lo que dijo el 10 de octubre del 2012, un día antes de cumplirse el 50 aniversario del Vaticano II: “El Concilio es una fuerte invitación a redescubrir cada día la belleza de la fe y a conocerla de modo profundo, para una más intensa relación con el Señor y a vivir auténticamente la vocación cristiana”(Romereports.com). Y agregó: “Los documentos conciliares son una brújula que permite a la barca de la Iglesia navegar en mar abierto, en medio de las tempestades o de la calma, para llegar a la meta” (Id.).

Se habla también de los gestos de Benedicto XVI hacia la Tradición, que serían básicamente: -la libertad de la Misa tradicional y –el levantamiento de las excomuniones a los obispos de la Tradición. Con respecto a lo primero, dice  el P. de Cacqueray: “Este Motu proprio sin duda alguna autoriza la celebración de la Misa y de los sacramentos según el rito tridentino, pero es a título extraordinario. Incluso si esta práctica llega a confirmarse frecuente en los hechos, no se corresponde con la ley común y ordinaria que sigue siendo el Novus Ordo Missae de Pablo VI. Es un poco lo que sucedió en el siglo XIX con la Ley Falloux, referente a la famosa ley sobre la enseñanza. Los católicos tenían libertad para establecer sus propios colegios, sus propios centros confesionales pero a condición de que reconociesen la legitimidad de la enseñanza laica. Todos los católicos liberales, como Montalembert, tragaron el anzuelo con los ojos cerrados, pero los verdaderos católicos se mantuvieron firmes. No admitían reconocer de derecho lo que era, para la fe católica, un simple régimen de tolerancia, pues hubiera sido como reconocer no sólo un derecho al error sino un derecho preeminente. Y esto es algo semejante a lo acontecido con la política litúrgica de Benedicto XVI. Además el mismo Papa lo dice sin rodeos: este Motu proprio tiene únicamente como fin establecer un cierto régimen de tolerancia litúrgica. “Este Motu proprio es sencillamente un acto de tolerancia, con un fin pastoral para las personas que han sido formadas dentro de esta liturgia, que la quieren, la conocen y desean vivir celebrando este rito. Constituye un pequeño grupo ya que exige el conocimiento del latín así como una formación dentro de cierta cultura. Pero el amor y la tolerancia hacia estas personas, permitiéndoles celebrar esta liturgia, me parece que es una exigencia normal de la fe y de la pastoral de un obispo de nuestra Iglesia. No hay ninguna oposición entre la liturgia renovada del Concilio Vaticano II y esta liturgia” (La Romanidad, Revista Tradición Católica Nº 227, Mayo-Junio de 2010). Es el principio del liberalismo litúrgico que lamentablemente fue aceptado por todos los obispos de la Fraternidad, aceptando el bien junto con el mal o la verdad con el error, y por eso hoy la FSSPX está en esta situación. Y es un gesto que realiza Benedicto no en orden a restaurar la Tradición sino a tolerarla en un rincón del arca universal del ecumenismo que prepara la Iglesia de Nuevo Orden Mundial, sin permitirle crecer –ya que es algo “extraordinario”- fuera de la norma.

En relación al levantamiento de las excomuniones, que Mons. Fellay tanto celebra, ha sido una nueva humillación hacia la FSSPX, luego de la excomunión. Y esto debido a que Roma no concedió lo que la FSSPX había pedido, la “anulación” del decreto de excomunión, con lo cual hubiese admitido su error. “La retirada del decreto de excomunión crearía un clima favorable e indispensable para ir avanzando”, dijo Mons. Fellay en el 2004. Pero el decreto no fue retirado. Y a pesar de ello Mons. Fellay pide confianza hacia aquellas autoridades. No, al “levantar las excomuniones” lo que hace el Papa es usar de la “misericordia” con aquellos que estaban en el error, para así incorporarlos de a poco a la Nueva Iglesia. Y la FSSPX, al agradecer este gesto, admitió implícitamente que la excomunión había estado bien aplicada. Al respecto dice el Padre Nicolas Portall: “El levantamiento de las excomuniones de los obispos de la Tradición (21 de enero de 2009) compara a ésta, la Tradición, con…la Iglesia cismática de China. Y Benedicto XVI explica que es a causa de la “actitud indebida con respecto al Primado” del Papa que chinos y tradicionalistas fueron excomulgados sin “tener nada que ver con el Vaticano II”. Inciso que omite Ecclesia Dei afflicta (2 de julio de 1988) cuando condena a Monseñor Lefebvre porque “en el fondo de este acto cismático hay una falsa concepción de la Tradición” opuesta a la del Concilio.(…) Se contradice el Papa cuando afirma que se tenía que levantar la excomunión a los cuatro obispos al reconocer éstos la jurisdicción papal, “lo que es justo”, pero que si hubiese conocido las declaraciones de Monseñor Williamson, “se tendría al menos que haber puesto el caso Williamson aparte”. Si comprendemos bien lo que dice Benedicto XVI no es suficiente reconocer el Primado del Papa cuando se hacen torcidas declaraciones sobre la Shoa. Existe la fe católica y más que la fe católica (…) Y esto no es todo. Para acabar librándose respecto de este obispo “negacionista”, el Papa explica que “Williamson es un personaje especial en el sentido de que nunca ha sido católico, en un sentido estricto. Era anglicano y directamente pasó de los anglicanos a Lefebvre (Pág. 164-165, “Luz del Mundo”) (¿El Papa de las luces? Reflexiones sobre Luz del Mundo, la última obra de Benedicto XVI”, revista Tradición Católica Nº 232, Mayo-Junio de 2011). 
El diario L’Osservatore Romano explica muy bien en qué marco hay que entender estos “gestos” de Benedicto XVI hacia la Tradición, ya que “el compromiso de Benedicto XVI en la aplicación del Concilio Vaticano II no cambia por el hecho de haber levantado las excomuniones a cuatro obispos consagrados por Monseñor Marcel Lefebvre en 1988” (Zenit.org, 26 de enero de 2009). Así, “la revocación de la excomunión debe entenderse como un gesto que se enmarca en el espíritu del Concilio Vaticano II” (Id.) y agrega: “La reforma del Concilio no se ha aplicado totalmente, pero ya está tan consolidada en la Iglesia católica que no puede entrar en crisis por un gesto magnánimo de misericordia. Inspirado, además, en el nuevo estilo de la Iglesia promovido por el Concilio que prefiere la medicina de la misericordia a la de la condena”, explica el subdirector”. Nuevo estilo “de la misericordia” adoptado por Mons. Fellay (véase el documento analizado en nuestro blog bajo el título “Una nueva posición en relación a laIglesia oficial”). Luego se agrega: “La revocación que ha suscitado tantas alarmas no concluye un caso doloroso como el cisma lefebvriano –aclara el diario-. Con ella, el Papa quita pretextos para infinitas polémicas, afrontando de lleno el auténtico problema: la aceptación plena del magisterio, incluido obviamente el Concilio Vaticano II”. Se concluye diciendo: “El diálogo es parte constitutiva de la Iglesia conciliar y Benedicto XVI ha repetido en varias ocasiones, y ahora lo ha vuelto a hacer, que el ecumenismo exige la conversión de todos –también de la Iglesia católica- a Cristo. En una Iglesia convertida, las diversidades dejarán de ser obstáculo que nos separa, sino una riqueza en la multiplicidad de las expresiones de la fe común”. En ese diálogo, han entrado de lleno las actuales autoridades de la FSSPX, para ser parte de esa rica “multiplicidad” de una fe que ya no es católica